1/04/2007

Optar por los pobres y seguir a Jesús

Gustavo Gutiérrez Merino

La quinta Conferencia Episcopal latinoamericana y caribeña (CELAM) tendrá lugar en abril de 2007 en Brasil . El tema escogido para esta asamblea es “seguir a Jesús”, expresión tradicional que significa “vivir como discípulo de Jesús”. Actualizar, hoy en día, el testimonio de Jesús implica un estrecho diálogo con el Evangelio y con las circunstancias históricas. En este orden de ideas, el Documento participativo de la Conferencia destaca la básica puesta en valor de la opción preferencial por los pobres, pero sugiere al mismo tiempo que aún queda mucho por hacer si la toma como punto de partida (n. 34 al 126) Los textos preparatorios pueden ser consultados en el sitio del CELAM).

El Padre Gustavo Gutiérrez Merino op., peruano, fundador de la teología de la liberación nos propone reflexionar sobre los estrechos vínculos existentes entre la opción por los pobres y el seguimiento de Jesucristo.

Texto transmitido a Dial por la Conferencia Interprovincial de los Dominicos de América Latina y El Caribe (CIDALC).

La opción por el pobre penetra en el corazón de la vida cristiana y se despliega en diferentes ámbitos: la espiritualidad, el trabajo teológico y el anuncio del Evangelio. Esta triple dimensión le otorga fuerza y perspectiva a la opción preferencial por los pobres. Antes de analizar estos diferentes aspectos, conviene recordar la exigencia bíblica del sentido del otro, que conduce a al descentrado[1] evangélico, raíz de todo.

DESDE EL MUNDO DEL OTRO

El universo de los pobres y de los niños aparece en la mirada de los sectores sociales, de las personas, de los criterios e ideas actualmente dominantes, como el mundo del otro.

Esta experiencia hace que quienquiera sea pueda vincularse auténticamente a ellos. Se trata de un compromiso con personas concretas que entretejen sus relaciones sociales en un determinado espacio, cultural y religioso, con sus costumbres, sus modos de pensar y de rezar. La solidaridad con el pobre supone entrar en ese mundo, un proceso largo y difícil sin duda pero necesario para establecer un verdadero compromiso.

La parábola de Buen Samaritano que ha impregnado tan fuertemente la memoria cristiana, insiste en la primacía del otro, una de las ideas fuerza del mensaje de Jesús (cf. Lc 10, 25-37). La pregunta “ ¿Quién es mi prójimo?” ubica el interrogante en el centro de un espacio en el que el prójimo debería encontrarse entre los que están más próximos, entre las personas que de alguna manera conforman un círculo alrededor de quién pregunta y de las que debe ocuparse; en este caso es el hombre que fuera atacado. Jesús da vuelta el problema y responde con otra pregunta: “¿Quién es el prójimo del herido tendido al borde del camino?” (...)

El prójimo no es entonces la persona con que nos cruzamos en nuestro propio camino o territorio sino aquella a cuyo encuentro nos encaminamos en la medida en que abandonamos nuestro camino para entrar en el del otro, en su mundo. Se trata de convertir en próximo al que está lejos, al que no forma parte e nuestro medio geográfico, social o cultural. Podría decirse, de algún modo, que nosotros “no tenemos” prójimos sino en la medida en que tomamos la iniciativa y realizamos gestos y compromisos que nos convierten en prójimos de los otros. Transformar al otro en nuestro prójimo nos vuelve prójimo a nosotros mismos. Hacia el final de la parábola Jesús pregunta: “ ¿Cuál de los tres actuó (gegonenai) como prójimo?” (v.36). La forma verbal “gegogenai” podría traducirse más literalmente como “se hizo” o “se volvió prójimo”. En efecto la “cualidad de prójimo” es el resultado de una acción, de una aproximación y no de una simple proximidad física o cultural.(...)

La primacía del otro - y nadie encarna más netamente esta condición que el pobre y el excluido – es un mensaje fundamental de la ética evangélica. Un poema de Antonio Machado lo traduce muy bien:

“Cristo nos enseña: amarás al prójimo como a ti mismo pero no olvides nunca que es otro”

Partiendo del mundo del pobre, en el proceso de abandonar nuestro camino para aproximarnos al otro, podemos comprender las diferentes dimensiones de la opción preferencial por los pobres, espiritual, teológica y evangelizadora. Efectivamente estas suponen lo que el evangelio denomina una conversión , una metanoia, lo que significa dejar un camino y emprender otro. Es esto a lo que estamos invitados.

LA DIMENSION ESPIRITUAL: SEGUIR A JESÚS

Ser cristiano es caminar, movido por el espíritu, tras lospasos de jesús. Este caminar tras El, la “sequela Christi” como se decía tradicionalmente, es la raiz y el sentido último de la opción preferencial por los pobres.

Un sentido global y cotidiano

Esta opción – su expresión es reciente, su contenido bíblico – es una componente esencial de la vida de los discípulos. En el corazón mismo de esta opción, existe una experiencia espiritual del misterio de Dios que - así como lo decía el Maestro Eckhart – es simultáneamente “el innombrable” y el “omninombrable” Es allí adonde debemos buscar el sentido profundo de esta opción por los ausentes y los anónimos dela historia. El amor gratuito y exigente de Dios se expresa en el mandato de Jesús: “ Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn. 13, 34) Amor universal del que nadie está excluido y al mismo tiempo prioritario para los relegados de la historia: los oprimidos y los pequeños. Vivir simultáneamente la universalidad y la preferencia revela al Dios Amor y vuelve presente el misterio siempre escondido y revelado hoy en día: la proclamación de Jesús como Cristo como dice Pablo (cf. Rom. 16, 25-26). Esto es a lo que tiende la opción preferencial por el pobre, saber caminar con Jesús, el Mesías.

Por esto Puebla nos recuerda – y en cierto modo también lo hizo Medellín[2] - que “ el servicio a los pobres es la medida privilegiada, aunque no exclusiva de nuestra fidelidad a Cristo” (nº 1146). Lo vivido por numerosos cristianos, por diferentes caminos relacionados con la solidaridad con los marginales y los pequeños de la historia, les ha hecho sentir que en última instancia, la irrupción del pobre – su nueva presencia en la escena histórica – constituye una verdadera irrupción de Dios en nuestras vidas. Es así como lo han vivido, con sus alegrías, sus dudas y las exigencias que este hecho implica.

Decir que esto no le quita a la presencia del pobre su histórica carga de sufrimientos, su consistencia social y cultural y su reclamo de justicia; no se trata de una “espiritualización” que olvide sus dimensiones humanas. Por el contrario esto pone de relieve que se trata según la Biblia de un compromiso con el prójimo. Porque valorizamos y respetamos justamente la densidad de este acontecimiento histórico. “ la irrupción del pobre en tanto lo es” somos capaces de hacer una lectura de fe, es decir de comprenderlo como un signo de los tiempos que debemos escudriñar a la luz de la fe para comprender la interpelación de Dios que ha instalado su tienda entre nosotros, como dice Juan (1,14) La solidaridad con el pobre es fuente de espiritualidad, de una marcha colectiva – o comunitaria si se prefiere – hacia Dios. Esta espiritualidad interviene en una historia en que la inhumana situación del pobre se muestra en toda su crudeza, permitiendo al mismo tiempo descubrir todas sus esperanzas y posibilidades.

Seguir a Jesús es una respuesta a la pregunta sobre la existencia humana. Es una visión global de nuestra vida, pero que tiene una incidencia cotidiana sobre las pequeñas cosas.

Su enseñanza a los discípulos nos permite ver nuestras vidas relacionándolas con la voluntad de Dios y nos fija objetivos que nos hacen vivir y hacia los cuales nos encaminamos en nuestra cotidiana relación con el Señor, que implica la relación con las demás personas. La espiritualidad está presente en la práctica de la vida cristiana, en la acción de gracias, en la oración, en el histórico compromiso con la solidaridad, especialmente con los más pobres. Contemplación y solidaridad son las dos vertientes de una práctica animada por el sentido global de la existencia fuente de esperanza y de alegría-

Reconocer el rostro de Jesús en el rostro de los pobres

El sentido más profundo del compromiso con el pobre es el encuentro con Cristo. Haciéndonos eco del pasaje del Juicio Final de Mateo, Puebla nos invita a reconocer en el rostro delos pobres “los rastros del sufrimiento de Cristo, el Señor, que nos interroga y nos interpela” Y Santo Domingo afirma que “ descubrir en el rostro de los pobres el rostro del Señor (cf. Mt 25, 31-46) es algo que provoca en los cristianos a una profunda conversión, personal y eclesiástica” (n. 178). El texto de Mateo, es sin duda alguna, capital en la espiritualidad cristiana y en consecuencia para comprender el alcance de la opción por los pobres, de allí su carácter central en la reflexión teológica latinoamericana y caribeña. Nos proporciona un elemento fundamental para comprender y encontrar el camino de la fidelidad a Jesús.

Monseñor Romero decía en una de sus homilías: “ existe una manera de sabe si Dios está cerca nuestro o si está lejos: quién se preocupe por el hambriento, por el desnudo, por el pobre, por el desaparecido, por el torturado, por el prisionero, por toda carne sufriente, tiene a Dios a su lado” ( 5 de febrero de 1978) El gesto hacia el otro, el acercamiento hacia el abandonado muestra la proximidad o la lejanía de Dios, ayuda a comprender la razón de este juicio y lo que significa el término espiritual en un contexto evangélico.

En su primera encíclica, sobre el amor como fuente de vida cristiana, Benedicto XVI se expresa sobre este punto en términos muy claros: “ El amor constituye el criterio que define la evaluación positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y los sedientos, los extranjeros, los desnudos, los enfermos y los prisioneros” Así “ el amor de Dios y el amor al prójimo se funden entre sí : en el más humilde encontramos al mismo Jesús y en Jesús encontramos a Dios” (Deus Caritas est, n.15) La identificación de Cristo con los pobres conduce a percibir la fundamental unidad de estos dos amores y plantea exigencias a quienes Lo siguen. Es una afirmación de enormes alcances.

Mateo en el Juicio Final (Mt 25) nos habla de seis acciones ( el texto las enumera como una letanía cuatro veces repetida) Es una invitación a prolongar la lista actualizando su mensaje. Dar a comer al hambriento en nuestro mundo actual significa ocuparse concretamente de los necesitados, pero también comprometerse a suprimir las causas que generan hambrientos. El “combate por la justicia” para emplear la expresión de Pío XI forma parte de los gestos hacia los pobres que nos hacen encontrar a Jesús. El rechazo de la injusticia y de la opresión que genera está anclada en la fe en el Dios de la Vida. Esta opción ha sido suscrita con la sangre de aquellos que como decía Monseñor Romero, han muerto con “ el sello del martirio” que fue su propio caso pero también el de muchos cristianos en un continente que se pretende cristiano. No se puede dejar de lado este tema de los mártires cuando se reflexiona sobre la espiritualidad de América Latina.

El documento “ Opción preferencial por el pobre” de Puebla indica en forma precisa que la solidaridad con el pobre exige una conversión; este tema se halla mencionado seis veces en el documento. Se trata de un cambio de mentalidad y de vida, convertirse es, según los evangelios, una condición para acoger el Reino al tranco de Jesús. Esto vale para todos los individuos, pero también para la Iglesia en su conjunto: “ Afirmamos – se dice en esa Conferencia – que es necesaria la conversión de toda la Iglesia por una opción preferencial a favor de los pobres con vistas a su integral liberación “ (n. 1134) (...)

La opción por el pobre es parte capital de una espiritual que se rehusa a ser una especie de oasis, y menos aún una escapatoria o un refugio para las hoaras difíciles. Se trata al mismo tiempo de un camino hacia Jesús que sin desentenderse de la realidad y sin alejarse de los caminos transversales que recorren los pobres, ayuda a mantener viva la confianza en el Señor y a conservar la serenidad cuando se desencadena la tormenta.

EL TRABAJO TEOLOGICO: UNA HERMENEUTICA DE LA ESPERANZA

Si el seguimiento de Jesús está marcado por la opción preferencial por el pobre, también lo está la comprensión de la fe (...)

El desafío de la pobreza

La teología de la liberación ( y otras reflexiones sobre el mensaje crist iano que parten desde el universo de la miseria social) postula que el discurso sobre la fe significa reconocer , y de algún modo, acentuar su relación con la historia humana y con la vida cotidiana de las personas, lo que quiere decir es que se debe estar atento a la interpelación de la pobreza. Ete postulado supone un importante cambio en el trabajo teológico. En efecto durante mucho tiempo hemos visto figurar el tema dela pobreza en el compartimiento “Cuestiones sociales”. Hoy en día nuestra percepción es mucho más profunda y compleja. Su carácter inhumano y anti evangélico, como la califican Medellín y Puebla, su carácter, en última instancia, precoz e injustamente mortal muestra con toda claridad que la pobreza desborda la esfera socio-económica y se convierte en un problema humano global y en consecuencia en un desafío a lo vivido y al anuncio del Evangelio. Es una cuestión teológica. La opción por el pobre es la toma de conciencia de este hecho y abre un camino para examinarlo. (...)

La teología, es la fe en búsqueda de la comprensión, tal como lo enuncia la clásica expresión: «Fides quaerens intellectum » que Jon Sobrio nos invita a interpretar como una comprensión del amor por los pobres (intellectus amoris) en la historia. Dado que la fe “ opera a través de la caridad” (Gal. 5,6) según la frase de Pablo, se trata de una reflexión que tiende a acompañar la marcha del pueblo sus sufrimientos y alegrías, sus compromisos , sus frustraciones y sus esperanzas; acompañarlo también a tomar conciencia del universo social en que vive y en su determinación a mejor conocer su propia tradición cultural. Si un lenguaje teológico no tiene en cuenta el sufrimiento injusto y no proclama bien alto y con fuerza el derecho de todos y de cada uno a ser feliz, no tiene ninguna consistencia y traiciona al Dios del que pretende hablar: precisamente el Dios de las Bienaventuranzas.

En última instancia, la teología, toda teología, es una hermenéutica de la esperanza. Es la comprensión de los motivos que tenemos para esperar. La esperanza es en primer lugar un don de Dios. Jeremías recuerda lo que nos transmite el mensaje del Señor: “ Conozco mis designios para vosotros, designios de bienestar (en hebreo “shalom”) y no de desdichas, designios de daros un porvenir y una esperanza” (29,11) Acoger este don abre el futuro y la confianza de quién sigue a Jesús. Ver el trabajo teológico como una comprensión de la esperanza se vuelve más exigente cuando el punto de partida es la situación del pobre y la solidaridad hacia él. No es una esperanza fácil, pero aunque pueda parecer muy frágil es capaz de arraigarse en el mundo de la insignificancia social, en el mundo del pobre; capaz de iluminarse, aun en medio de situaciones difíciles y de mantenerse viva y creativa. Por lo tanto tener esperanza no es esperar, sino dejarse conducir hasta el compromiso de forjar activamente razones para la esperanza. Precisemos que no se trata de un ser viviente que no se confunde, hablando estrictamente, con la utopía histórica o con un proyecto social pero los supone y los engendra en la medida en que expresan la voluntad de construir una sociedad justa y fraterna (...)

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO: UNA PALABRA PROFETICA

La opción preferencial por el pobre es también, ciertamente, una componente esencial de el anuncio profético del Evangelio que incluye el estrecho vínculo entre el amor gratuito de Dios y la justicia. Una parte importante de este anuncio consiste en buscar los medios para que los excluidos sean los agentes de su propio destino

Evangelización y lucha por la justicia

Es imposible entrar en el mundo del pobre que vive en situación inhumana y de exclusión sin percibir que el anuncio de la Buena Nueva es un mensaje que libera y humaniza y que por lo tanto es portadora de un llamado a la justicia. Tema central en la tradición profética del Antiguo Testamento y que reencontramos en el centro del Sermón de la Montaña como un mandato que lo resume y que otorga sentido a la vida del creyente. “Busquen el Reino de Dios y su justicia” (Mt. 6,33).

El corazón del mensaje de Jesús es el anuncio del amor de Dios que se expresa en la proclamación de su Reino. Reino que transporta el sentido de la Historia humana más allá de sí misma, hasta su plena culminación; y al mismo tiempo, está presente desde ahora. Es precisamente de la proximidad del Reino que nos hablan los Evangelios. Esta doble dimensión sobre la que insisten las parábolas del Reino, se expresan en la clásica fórmula del “ya, pero no todavía” Es decir, presente ya pero no plenamente todavía” Es por eso que el Reino de Dios se manifiesta como un don, una gracia y al mismo tiempo como una tarea, una responsabilidad”

En el período que siguió al Concilio, varias reflexiones teológicas insistieron sobre la necesaria presencia del mensaje cristiano en la esfera pública; insistieron también en que se considerase el poder del anuncio de la fe a partir del revés de la historia, a partir del mundo de la injusticia, de la insignificancia social en que viven los pobres. Estas preocupaciones y perspectivas se reflejaron, naturalmente en varios textos del magisterio eclesiástico. Medellín (1968) dice que Jesús vino para liberarnos del pecado, cuyas consecuencias son las servidumbres que se resume en la injusticia. Poco después el Sínodo romano sobre “ Justicia en el mundo” (1971) afirma que la misión de la Iglesia “incluye la defensa y la promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana” (n.37).

Pablo VI en el texto correspondiente al Sínodo sobre la Evangelización dice. “ La evangelización aporta un mensaje explícito (...) sobre los derechos y los deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar (...) la paz, la justicia, el desarrollo; un particularmente vigoroso mensaje de nuestros días sobre la liberación “(Evangelii Nuntiandi n° 29-1974). En el discurso inaugural de Puebla (1979) Juan Pablo II inspirándose en la parábola del Samaritano, sostenía que la misión evangelizadora dela Iglesia “ incluye un elemento indispensable: la acción por la justicia y la promoción humana” (III,2) afirmación que influirá sobre varios documentos de dicha Conferencia.

(...) Se ve cada vez más que la promoción de la justicia constituye una parte esencial del anuncio del Evangelio; no constituye, evidentemente toda la evangelización pero no se ubica más únicamente en el umbral de la proclamación dela Buena Nueva, no se trata de una pre-evangelización como ha sido considerada algunas veces. Forma parte, más bien, de la proclamación del Reino, aun cuando no agota su contenido. No fue fácil llegar a esta conclusión pero está claro que su actual formulación evita tanto las separaciones empobrecedoras como las eventuales confusiones.

Administradores de su destino

(...) No existe verdadero compromiso con los pobres si se los considera solamente como personas que esperan pasivamente una ayuda. Respetar su condición de actores de su propio destino constituye una cláusula indispensable para el logro de una auténtica solidaridad. Por tal razón, el objetivo no es transformarse, salvo en casos de extrema urgencia y de corto plazo, en “ la voz de los sin voz” –como se ha dicho a veces- y seguramente con generosidad – sino de contribuir de una u otra manera a que la obtengan aquellos que hoy no la tienen.. Para toda persona ser el administrador de us propia historia es una expresión de libertad y de dignidad, punto de partida y fuente de un desarrollo auténticamente humano. Los pequeños de la historia fueron – y lo son todavía en gran parte – sus actores silenciosos.

Resulta por lo tanto importante señalar que la opción por el pobre no es algo que solo deberían hacer los que no son pobres. Los mismos pobres son llamados a optar prioritariamente por los pequeños y los oprimidos. Muchos lo hacen, pero, es necesario reconocerlo, no todos se comprometen con sus hermanos y hermanas de raza, de género, de clase social o de cultura. Viven como todo el mudo la presión ambiental y mediática que proclama las metas individualistas, promueven la frivolidad y se vuelven indignos de solidaridad. El sendero que los pobres emprenderán para identificarse con los postergados de la sociedad será diferente que el de las personas que pertenecen a otras clases sociales pero necesario – y se trata de un paso importante para ser sujetos de su propio destino.

Comunidades de base

Los primeros pasos hacia la la consideración de los pobres como administradores de su propio destino en el plano social tiene su correlato eclesial en la emergencia de las comunidades cristianas ( o eclesiales) de base. Se trata de algo más que una simple coincidencia cronol´gica: las comunidades forman parte de un vasto acontecimiento histórico sin el cual sería difícil comprender su aparición. La Iglesia no vive en otra Historia, esta conformada por seres humanos que pertenecen a universos sociales y culturales en los que cohabitan con personas de otros horizontes humanos y espirituales.

Las comunidades cristianas tanto como la teología que se elabora en el continente pone el acento sobre los pobres: portadores y no solo destinatarios del Evangelio, vinculado al derecho de pensar su fe y expresar su esperanza. Se trata de una perspectiva que surge de las experiencias delas iglesias locales latinoamericanas, como lo reconoce Puebla: “ El compromiso con los pobres y los oprimidos y la emergencia de las comunidades de base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres “ (Puebla 1147) Las vivencias fundamentales de quienes participaron en Medellín fueron confirmadas y reforzadas recordándonos que vivir como discípulo, es vivir en participación comunitaria.

Hemos distinguido tres dimensiones (espiritual, teológica y evangelizadora) de la opción preferencial por el pobre con el objeto de analizarlas una a una y dibujar su perfil pero es evidente que si las separamos las empobrecemos y la debilitamos. Las tres se interpenetran y se nutren recíprocamente, consideradas como compartimientos estancos pierden fuerza (...)

Continuando coherente y creativamente con Medellín, Puebla y Santo Domingo, la Conferencia que tendrá lugar en Aparecida (Brasil) se propone repensar lo que significa vivir como discípulo en las condiciones antiguas y modernas en que se vive en América Latina y el Caribe. La Iglesia como el Samaritano, debe salir permanentemente de su camino, practicar la solidaridad con los más pobres y renovar su proximidad con ellos, buscar el Reino y su justicia. Y como el escriba que se vuelve discípulo del Reino debe sacar de su tesoro “ lo nuevo y lo viejo” (Mt.13,52) Lo nuevo y lo viejo.

DIAL, 1º de enero de 2007 - Traducción Susana Merino

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