1/15/2008

JESÚS NO TRAJO UNA RELIGIÓN

Francisco Margallo

Las múltiples condenas de prestigiosos teólogos que se vienen sucediendo en los últimos años, ha hecho que la doctrina de Bonhoeffer sobre la secularidad o laicidad del cristianismo sea de suma actualidad.

El teólogo alemán fue pionero a mediados del siglo XX en distinguir entre religión y cristianismo. Gracias a él es claro que Jesucristo no es el fundador de una religión. Una frase suya concisa que ha dado la vuelta al mundo dice: “Cristo no trae una religión sino que trae a Dios”.

Ya en nuestros días otro teólogo famoso, Leonardo Boff, da un paso más diciendo:

“Jesús no vino a traer una religión, sino un hombre nuevo. Por eso Jesús y su misión no pueden ser encuadrados dentro de los cánones religiosos. El trasciendo lo sacro y lo profano, lo secular y lo religioso” (L. Boff, Jesucristo liberador , Argentina 1974).

Esto explica que L. Boff fuera el primero de la teología de la liberación latinoamericana que se sentara en el banquillo de los acusados ante el hoy Benedicto XVI entonces presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Digamos sin más dilación que estas tesis teológicas de tan hondo calado hay que leerlas a la luz de unas instituciones, cuyos máximos representantes, amparándose en la religión, se han desentendido de los graves problemas de la humanidad, que es lo que preocupaba realmente a Jesucristo. El asumió con todas sus consecuencias la vida de los pobres arriesgando la suya, para cambiar la injusta situación en que estos vivían. Lo mismo han hecho a lo largo de la historia otras personas como Gandhi, por ejemplo.

La religión, en cambio, no nos ha llevado a introducirnos en la problemática humana, sino que, en expresión de Bonhoeffer, “era la mejor habitación de la casa a la que uno se retira complaciente unas horas para volver después al cuarto de trabajo”.

La secularización no es tan negativa como cree buena parte de la jerarquía católica, porque ha sido ella (la secularización) la que, indicándonos el camino humanizador por el que se acercó Jesucristo al mundo, quien nos ha advertido del error en que estaba la religión. Es precisamente en el cuarto de trabajo donde se realiza el cristianismo, como mensaje de vida que es. Bonhoeffer estuvo muy empeñado en desreligiosizar el cristianismo, porque vió claramente que el Dios de la religión era un Dios “tapaagujeros”, al que se acude para que solucione situaciones límite, un Dios que da resignación a los oprimidos.

Si miramos en torno nuestro con el ojo secularizado que el teólogo alemán nos ofrece, vemos que son los más fanáticos de la religión los que más se oponen a que se haga presente en el mundo la buena nueva cristiana de la fraternidad eficaz entre los hombres/mujeres, de su igualdad y libertad.

Esto explica que un sector de la Iglesia no soporte que los ciudadanos se abran camino en la vida por sí mismos, prefieren verlos como sus protegidos permanentemente, para decidir en todo por ellos. Cuando esto sucede amparándose en la religión hay que volverse de nuevo a Bonhoeffer que nos advierte:

“La religión y la moral pueden convertirse en el más peligroso enemigo de la venida de Dios a los hombres, es decir, de la buena nueva cristiana” (Bonhoeffer, Resistencia y sumisión , Barcelona 1971).

Los que mejor han comprendido el lenguaje secularizado del cristianismo son los teólogos de la liberación, que no son teólogos de gabinete, sino que están muy ligados a su pueblo. Ellos dialogan con él no sólo con la palabra, sino con su vida compartida y poniendo mucha tierra en su pluma y en su lengua.

El Sínodo de los obispos celebrado en Roma en 1974 les dio la razón diciendo:

El trabajo por el desarrollo humano y la liberación es una dimensión constitutiva de la evangelización.

La participación de la Iglesia en la liberación humana es ya proclamación del Evangelio de Cristo y de la total salvación que encontramos en él.

Al final de tantos testimonios en el mismo sentido, llego a concluir que la religión se queda en un segundo plano. Es como el recipiente, la envoltura, a veces muy frágil, y no el contenido propiamente dicho del cristianismo. ¿Es esta también su conclusión, lectores?

www.atrio.org/ - ATRIO - 12 - Enero-2008