1/04/2007

Exigimos y hacemos otra democracia

Dom Pedro Casaldáliga *

A manera de introducción fraterna

Las últimas ediciones de nuestra Agenda han tenido la osadía de abordar temas mayores, verdaderamente mundiales; también en esto es mundial la Agenda latinoamericana.

Esta edición de 2007 aborda uno de esos temas mayores: la democracia. Traída y llevada, palabra pública casi tan profanada como la palabra amor o como la palabra Dios, palabra escrita, perorada, justificada con todas las verdades y todas las mentiras. La revista Nuevamérica introducía su número dedicado a la democracia con esta justificación puntual: «En un contexto en el que vemos al presidente norteamericano apropiarse del término democracia para justificar su política de intervención militarista, se hace necesario, sin duda alguna, rediscutir este concepto que asume, cada vez más y de manera muchas veces contradictoria, carácter polisémico»

¿De qué hablamos cuando hablamos de democracia? La democracia actual, que es la forma política común de Occidente, en qué es o no es democracia.¿«Votar, callar y ver la tele»,como decía el humorista? La democracia que conocemos, para las mayorías es apenas democracia fundamentalmente electoral y aun con todas las restricciones impuestas por el capital y sus medios de comunicación. No es democracia económica, ni democracia social, ni democracia étnico-cultural.

No es democracia participativa; es, cuando mucho, delegada o representativa; pero ¿representativa de qué intereses y delegada con qué controles?

Es una democracia que empalaga y que indigna. Alguien ha hablado de «fatiga democrática». Clasificándola de un plumazo, la periodista Katrina van den Heuvel, en su Diccionario de los republicanismos, la define como «el gobierno de las corporaciones, por las corporaciones y para las corporaciones»,y Pablo González Casanova, como «una democracia de los pocos, con los pocos y para los pocos».Aquello de «gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo» se evaporó en populismos ilusorios y en sarcasmos neoliberales

La Agenda, evidentemente, no pretende condenar «la democracia». Contesta categóricamente «esta democracia» que tenemos. Y, con millones de personas que soñamos «otro mundo posible», quiere exigir y ayudar a hacer «otra democracia»

Hablando de «otro mundo posible»,creemos que cada vez más es hora de dar el paso de afirmar esa posibilidad, a exigir y hacer ese otro mundo, como necesario y urgente. Y para eso «exigimos y hacemos otra democracia», proclama nuestra Agenda 2007.La exigimos como un derecho fundamental de las personas y de los pueblos, en todas las latitudes. Porque exigimos para todas las personas y para todos los pueblos los derechos básicos y los derechos complementarios. No podemos aceptar una democracia-privilegio, una democracia-primer-mundo; menos aún, una democracia-imperial,«a punta de pistola»,como ironizaba Jesse Jackson. Los indígenas presentes en el Foro Social Mundial de Caracas propugnaron enfáticamente «la descolonización de la democracia»

La necesitamos y la exigimos «socializadora». Si los especialistas no saben conjugar democracia y socialismo, peor para ellos… El profesor de historia Agustí de Semir reconocía que la democracia actual es, de hecho,«la forma política del capitalismo».Por su parte, el sociólogo Herbert José de Souza -el inolvidable Betinho-,en un curso de obispos latinoamericanos, nos recordaba el antagonismo esencial que existe entre democracia y liberalismo, entre capitalismo y democracia. Ni el liberalismo ni el capitalismo, explicaba él, pueden pretender la democracia realmente popular, participativa, igualitariamente fraterna, mundial.«El liberalismo, decía, porque promete una igualdad abstracta con una desigualdad real». Y «el capitalismo, porque está asentado en la desigualdad y en la desigualdad creciente». La democracia que nosotros defendemos no sólo puede ser «socialista», sino que debe serlo; con un socialismo no vergonzante, aunque escarmentado. O se socializa la participación de todas las personas y de todos los pueblos en los derechos a la vida, a la dignidad, a la libertad, a la alteridad, o no habrá ni democracia ni paz. Lo que va de historia de la democracia en Occidente puede ser una buena lección para no identificar a priori una sociedad democrática con una sociedad verdaderamente humana.

Para que la religión no sea un gran enemigo de la democracia, como con frecuencia lo ha sido y aún lo es, hasta Dios debe ser «democratizado» de otro modo..La respectiva vivencia religiosa de la fe se debe abrir al diálogo en el pluralismo y debe compartir en la acción volcada hacia las grandes causas comunes de la vida y de todo el ser del universo.

«Exigimos» otra democracia, postula la Agenda, pero también promete «hacer» esa otra democracia. No nos será dada de favor; deberemos conquistarla. Hemos de ser personalmente democracia para ayudar a hacer socialmente esa democracia otra. Siguiendo la regla vital del cada día y en cada lugar. Ser democracia en la familia y en el vecindario, en la calle y en el trabajo, en la comunidad de fe y en el partido o en el sindicato o en la asociación.«Agenda» es eso: lo que hay que hacer. Seamos, pues, agenda democrática. Localmente, mundialmente

La democracia cabe en todas las vidas humanas y en todas las culturas. Todos los timbales, todas las campanas, todos los bongos, pueden y deben convocar a la democracia integral, a la ciudadanía universal.

En esta Agenda 2007 varios especialistas nos dan su palabra cualificada sobre diferentes aspectos de la democracia y sus implicaciones. Y ofrece también la Agenda experiencias de democratización real y cotidiana

Pensando libremente, críticamente, autocríticamente, y practicando coherentemente, iremos dando credibilidad a esta nuestra convicción:«Otra democracia es posible».Para que ese mundo, malherido, desconcertado y todavía impenitentemente soñador, sea de verdad casa feliz de una Humanidad fraterna.

*Obispo Emérito de la Prelatura de São Félix do Araguaia (MT) es uno de los más importantes militantes brasileiros por los derechos humanos

Optar por los pobres y seguir a Jesús

Gustavo Gutiérrez Merino

La quinta Conferencia Episcopal latinoamericana y caribeña (CELAM) tendrá lugar en abril de 2007 en Brasil . El tema escogido para esta asamblea es “seguir a Jesús”, expresión tradicional que significa “vivir como discípulo de Jesús”. Actualizar, hoy en día, el testimonio de Jesús implica un estrecho diálogo con el Evangelio y con las circunstancias históricas. En este orden de ideas, el Documento participativo de la Conferencia destaca la básica puesta en valor de la opción preferencial por los pobres, pero sugiere al mismo tiempo que aún queda mucho por hacer si la toma como punto de partida (n. 34 al 126) Los textos preparatorios pueden ser consultados en el sitio del CELAM).

El Padre Gustavo Gutiérrez Merino op., peruano, fundador de la teología de la liberación nos propone reflexionar sobre los estrechos vínculos existentes entre la opción por los pobres y el seguimiento de Jesucristo.

Texto transmitido a Dial por la Conferencia Interprovincial de los Dominicos de América Latina y El Caribe (CIDALC).

La opción por el pobre penetra en el corazón de la vida cristiana y se despliega en diferentes ámbitos: la espiritualidad, el trabajo teológico y el anuncio del Evangelio. Esta triple dimensión le otorga fuerza y perspectiva a la opción preferencial por los pobres. Antes de analizar estos diferentes aspectos, conviene recordar la exigencia bíblica del sentido del otro, que conduce a al descentrado[1] evangélico, raíz de todo.

DESDE EL MUNDO DEL OTRO

El universo de los pobres y de los niños aparece en la mirada de los sectores sociales, de las personas, de los criterios e ideas actualmente dominantes, como el mundo del otro.

Esta experiencia hace que quienquiera sea pueda vincularse auténticamente a ellos. Se trata de un compromiso con personas concretas que entretejen sus relaciones sociales en un determinado espacio, cultural y religioso, con sus costumbres, sus modos de pensar y de rezar. La solidaridad con el pobre supone entrar en ese mundo, un proceso largo y difícil sin duda pero necesario para establecer un verdadero compromiso.

La parábola de Buen Samaritano que ha impregnado tan fuertemente la memoria cristiana, insiste en la primacía del otro, una de las ideas fuerza del mensaje de Jesús (cf. Lc 10, 25-37). La pregunta “ ¿Quién es mi prójimo?” ubica el interrogante en el centro de un espacio en el que el prójimo debería encontrarse entre los que están más próximos, entre las personas que de alguna manera conforman un círculo alrededor de quién pregunta y de las que debe ocuparse; en este caso es el hombre que fuera atacado. Jesús da vuelta el problema y responde con otra pregunta: “¿Quién es el prójimo del herido tendido al borde del camino?” (...)

El prójimo no es entonces la persona con que nos cruzamos en nuestro propio camino o territorio sino aquella a cuyo encuentro nos encaminamos en la medida en que abandonamos nuestro camino para entrar en el del otro, en su mundo. Se trata de convertir en próximo al que está lejos, al que no forma parte e nuestro medio geográfico, social o cultural. Podría decirse, de algún modo, que nosotros “no tenemos” prójimos sino en la medida en que tomamos la iniciativa y realizamos gestos y compromisos que nos convierten en prójimos de los otros. Transformar al otro en nuestro prójimo nos vuelve prójimo a nosotros mismos. Hacia el final de la parábola Jesús pregunta: “ ¿Cuál de los tres actuó (gegonenai) como prójimo?” (v.36). La forma verbal “gegogenai” podría traducirse más literalmente como “se hizo” o “se volvió prójimo”. En efecto la “cualidad de prójimo” es el resultado de una acción, de una aproximación y no de una simple proximidad física o cultural.(...)

La primacía del otro - y nadie encarna más netamente esta condición que el pobre y el excluido – es un mensaje fundamental de la ética evangélica. Un poema de Antonio Machado lo traduce muy bien:

“Cristo nos enseña: amarás al prójimo como a ti mismo pero no olvides nunca que es otro”

Partiendo del mundo del pobre, en el proceso de abandonar nuestro camino para aproximarnos al otro, podemos comprender las diferentes dimensiones de la opción preferencial por los pobres, espiritual, teológica y evangelizadora. Efectivamente estas suponen lo que el evangelio denomina una conversión , una metanoia, lo que significa dejar un camino y emprender otro. Es esto a lo que estamos invitados.

LA DIMENSION ESPIRITUAL: SEGUIR A JESÚS

Ser cristiano es caminar, movido por el espíritu, tras lospasos de jesús. Este caminar tras El, la “sequela Christi” como se decía tradicionalmente, es la raiz y el sentido último de la opción preferencial por los pobres.

Un sentido global y cotidiano

Esta opción – su expresión es reciente, su contenido bíblico – es una componente esencial de la vida de los discípulos. En el corazón mismo de esta opción, existe una experiencia espiritual del misterio de Dios que - así como lo decía el Maestro Eckhart – es simultáneamente “el innombrable” y el “omninombrable” Es allí adonde debemos buscar el sentido profundo de esta opción por los ausentes y los anónimos dela historia. El amor gratuito y exigente de Dios se expresa en el mandato de Jesús: “ Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn. 13, 34) Amor universal del que nadie está excluido y al mismo tiempo prioritario para los relegados de la historia: los oprimidos y los pequeños. Vivir simultáneamente la universalidad y la preferencia revela al Dios Amor y vuelve presente el misterio siempre escondido y revelado hoy en día: la proclamación de Jesús como Cristo como dice Pablo (cf. Rom. 16, 25-26). Esto es a lo que tiende la opción preferencial por el pobre, saber caminar con Jesús, el Mesías.

Por esto Puebla nos recuerda – y en cierto modo también lo hizo Medellín[2] - que “ el servicio a los pobres es la medida privilegiada, aunque no exclusiva de nuestra fidelidad a Cristo” (nº 1146). Lo vivido por numerosos cristianos, por diferentes caminos relacionados con la solidaridad con los marginales y los pequeños de la historia, les ha hecho sentir que en última instancia, la irrupción del pobre – su nueva presencia en la escena histórica – constituye una verdadera irrupción de Dios en nuestras vidas. Es así como lo han vivido, con sus alegrías, sus dudas y las exigencias que este hecho implica.

Decir que esto no le quita a la presencia del pobre su histórica carga de sufrimientos, su consistencia social y cultural y su reclamo de justicia; no se trata de una “espiritualización” que olvide sus dimensiones humanas. Por el contrario esto pone de relieve que se trata según la Biblia de un compromiso con el prójimo. Porque valorizamos y respetamos justamente la densidad de este acontecimiento histórico. “ la irrupción del pobre en tanto lo es” somos capaces de hacer una lectura de fe, es decir de comprenderlo como un signo de los tiempos que debemos escudriñar a la luz de la fe para comprender la interpelación de Dios que ha instalado su tienda entre nosotros, como dice Juan (1,14) La solidaridad con el pobre es fuente de espiritualidad, de una marcha colectiva – o comunitaria si se prefiere – hacia Dios. Esta espiritualidad interviene en una historia en que la inhumana situación del pobre se muestra en toda su crudeza, permitiendo al mismo tiempo descubrir todas sus esperanzas y posibilidades.

Seguir a Jesús es una respuesta a la pregunta sobre la existencia humana. Es una visión global de nuestra vida, pero que tiene una incidencia cotidiana sobre las pequeñas cosas.

Su enseñanza a los discípulos nos permite ver nuestras vidas relacionándolas con la voluntad de Dios y nos fija objetivos que nos hacen vivir y hacia los cuales nos encaminamos en nuestra cotidiana relación con el Señor, que implica la relación con las demás personas. La espiritualidad está presente en la práctica de la vida cristiana, en la acción de gracias, en la oración, en el histórico compromiso con la solidaridad, especialmente con los más pobres. Contemplación y solidaridad son las dos vertientes de una práctica animada por el sentido global de la existencia fuente de esperanza y de alegría-

Reconocer el rostro de Jesús en el rostro de los pobres

El sentido más profundo del compromiso con el pobre es el encuentro con Cristo. Haciéndonos eco del pasaje del Juicio Final de Mateo, Puebla nos invita a reconocer en el rostro delos pobres “los rastros del sufrimiento de Cristo, el Señor, que nos interroga y nos interpela” Y Santo Domingo afirma que “ descubrir en el rostro de los pobres el rostro del Señor (cf. Mt 25, 31-46) es algo que provoca en los cristianos a una profunda conversión, personal y eclesiástica” (n. 178). El texto de Mateo, es sin duda alguna, capital en la espiritualidad cristiana y en consecuencia para comprender el alcance de la opción por los pobres, de allí su carácter central en la reflexión teológica latinoamericana y caribeña. Nos proporciona un elemento fundamental para comprender y encontrar el camino de la fidelidad a Jesús.

Monseñor Romero decía en una de sus homilías: “ existe una manera de sabe si Dios está cerca nuestro o si está lejos: quién se preocupe por el hambriento, por el desnudo, por el pobre, por el desaparecido, por el torturado, por el prisionero, por toda carne sufriente, tiene a Dios a su lado” ( 5 de febrero de 1978) El gesto hacia el otro, el acercamiento hacia el abandonado muestra la proximidad o la lejanía de Dios, ayuda a comprender la razón de este juicio y lo que significa el término espiritual en un contexto evangélico.

En su primera encíclica, sobre el amor como fuente de vida cristiana, Benedicto XVI se expresa sobre este punto en términos muy claros: “ El amor constituye el criterio que define la evaluación positiva o negativa de una vida humana. Jesús se identifica con los pobres: los hambrientos y los sedientos, los extranjeros, los desnudos, los enfermos y los prisioneros” Así “ el amor de Dios y el amor al prójimo se funden entre sí : en el más humilde encontramos al mismo Jesús y en Jesús encontramos a Dios” (Deus Caritas est, n.15) La identificación de Cristo con los pobres conduce a percibir la fundamental unidad de estos dos amores y plantea exigencias a quienes Lo siguen. Es una afirmación de enormes alcances.

Mateo en el Juicio Final (Mt 25) nos habla de seis acciones ( el texto las enumera como una letanía cuatro veces repetida) Es una invitación a prolongar la lista actualizando su mensaje. Dar a comer al hambriento en nuestro mundo actual significa ocuparse concretamente de los necesitados, pero también comprometerse a suprimir las causas que generan hambrientos. El “combate por la justicia” para emplear la expresión de Pío XI forma parte de los gestos hacia los pobres que nos hacen encontrar a Jesús. El rechazo de la injusticia y de la opresión que genera está anclada en la fe en el Dios de la Vida. Esta opción ha sido suscrita con la sangre de aquellos que como decía Monseñor Romero, han muerto con “ el sello del martirio” que fue su propio caso pero también el de muchos cristianos en un continente que se pretende cristiano. No se puede dejar de lado este tema de los mártires cuando se reflexiona sobre la espiritualidad de América Latina.

El documento “ Opción preferencial por el pobre” de Puebla indica en forma precisa que la solidaridad con el pobre exige una conversión; este tema se halla mencionado seis veces en el documento. Se trata de un cambio de mentalidad y de vida, convertirse es, según los evangelios, una condición para acoger el Reino al tranco de Jesús. Esto vale para todos los individuos, pero también para la Iglesia en su conjunto: “ Afirmamos – se dice en esa Conferencia – que es necesaria la conversión de toda la Iglesia por una opción preferencial a favor de los pobres con vistas a su integral liberación “ (n. 1134) (...)

La opción por el pobre es parte capital de una espiritual que se rehusa a ser una especie de oasis, y menos aún una escapatoria o un refugio para las hoaras difíciles. Se trata al mismo tiempo de un camino hacia Jesús que sin desentenderse de la realidad y sin alejarse de los caminos transversales que recorren los pobres, ayuda a mantener viva la confianza en el Señor y a conservar la serenidad cuando se desencadena la tormenta.

EL TRABAJO TEOLOGICO: UNA HERMENEUTICA DE LA ESPERANZA

Si el seguimiento de Jesús está marcado por la opción preferencial por el pobre, también lo está la comprensión de la fe (...)

El desafío de la pobreza

La teología de la liberación ( y otras reflexiones sobre el mensaje crist iano que parten desde el universo de la miseria social) postula que el discurso sobre la fe significa reconocer , y de algún modo, acentuar su relación con la historia humana y con la vida cotidiana de las personas, lo que quiere decir es que se debe estar atento a la interpelación de la pobreza. Ete postulado supone un importante cambio en el trabajo teológico. En efecto durante mucho tiempo hemos visto figurar el tema dela pobreza en el compartimiento “Cuestiones sociales”. Hoy en día nuestra percepción es mucho más profunda y compleja. Su carácter inhumano y anti evangélico, como la califican Medellín y Puebla, su carácter, en última instancia, precoz e injustamente mortal muestra con toda claridad que la pobreza desborda la esfera socio-económica y se convierte en un problema humano global y en consecuencia en un desafío a lo vivido y al anuncio del Evangelio. Es una cuestión teológica. La opción por el pobre es la toma de conciencia de este hecho y abre un camino para examinarlo. (...)

La teología, es la fe en búsqueda de la comprensión, tal como lo enuncia la clásica expresión: «Fides quaerens intellectum » que Jon Sobrio nos invita a interpretar como una comprensión del amor por los pobres (intellectus amoris) en la historia. Dado que la fe “ opera a través de la caridad” (Gal. 5,6) según la frase de Pablo, se trata de una reflexión que tiende a acompañar la marcha del pueblo sus sufrimientos y alegrías, sus compromisos , sus frustraciones y sus esperanzas; acompañarlo también a tomar conciencia del universo social en que vive y en su determinación a mejor conocer su propia tradición cultural. Si un lenguaje teológico no tiene en cuenta el sufrimiento injusto y no proclama bien alto y con fuerza el derecho de todos y de cada uno a ser feliz, no tiene ninguna consistencia y traiciona al Dios del que pretende hablar: precisamente el Dios de las Bienaventuranzas.

En última instancia, la teología, toda teología, es una hermenéutica de la esperanza. Es la comprensión de los motivos que tenemos para esperar. La esperanza es en primer lugar un don de Dios. Jeremías recuerda lo que nos transmite el mensaje del Señor: “ Conozco mis designios para vosotros, designios de bienestar (en hebreo “shalom”) y no de desdichas, designios de daros un porvenir y una esperanza” (29,11) Acoger este don abre el futuro y la confianza de quién sigue a Jesús. Ver el trabajo teológico como una comprensión de la esperanza se vuelve más exigente cuando el punto de partida es la situación del pobre y la solidaridad hacia él. No es una esperanza fácil, pero aunque pueda parecer muy frágil es capaz de arraigarse en el mundo de la insignificancia social, en el mundo del pobre; capaz de iluminarse, aun en medio de situaciones difíciles y de mantenerse viva y creativa. Por lo tanto tener esperanza no es esperar, sino dejarse conducir hasta el compromiso de forjar activamente razones para la esperanza. Precisemos que no se trata de un ser viviente que no se confunde, hablando estrictamente, con la utopía histórica o con un proyecto social pero los supone y los engendra en la medida en que expresan la voluntad de construir una sociedad justa y fraterna (...)

EL ANUNCIO DEL EVANGELIO: UNA PALABRA PROFETICA

La opción preferencial por el pobre es también, ciertamente, una componente esencial de el anuncio profético del Evangelio que incluye el estrecho vínculo entre el amor gratuito de Dios y la justicia. Una parte importante de este anuncio consiste en buscar los medios para que los excluidos sean los agentes de su propio destino

Evangelización y lucha por la justicia

Es imposible entrar en el mundo del pobre que vive en situación inhumana y de exclusión sin percibir que el anuncio de la Buena Nueva es un mensaje que libera y humaniza y que por lo tanto es portadora de un llamado a la justicia. Tema central en la tradición profética del Antiguo Testamento y que reencontramos en el centro del Sermón de la Montaña como un mandato que lo resume y que otorga sentido a la vida del creyente. “Busquen el Reino de Dios y su justicia” (Mt. 6,33).

El corazón del mensaje de Jesús es el anuncio del amor de Dios que se expresa en la proclamación de su Reino. Reino que transporta el sentido de la Historia humana más allá de sí misma, hasta su plena culminación; y al mismo tiempo, está presente desde ahora. Es precisamente de la proximidad del Reino que nos hablan los Evangelios. Esta doble dimensión sobre la que insisten las parábolas del Reino, se expresan en la clásica fórmula del “ya, pero no todavía” Es decir, presente ya pero no plenamente todavía” Es por eso que el Reino de Dios se manifiesta como un don, una gracia y al mismo tiempo como una tarea, una responsabilidad”

En el período que siguió al Concilio, varias reflexiones teológicas insistieron sobre la necesaria presencia del mensaje cristiano en la esfera pública; insistieron también en que se considerase el poder del anuncio de la fe a partir del revés de la historia, a partir del mundo de la injusticia, de la insignificancia social en que viven los pobres. Estas preocupaciones y perspectivas se reflejaron, naturalmente en varios textos del magisterio eclesiástico. Medellín (1968) dice que Jesús vino para liberarnos del pecado, cuyas consecuencias son las servidumbres que se resume en la injusticia. Poco después el Sínodo romano sobre “ Justicia en el mundo” (1971) afirma que la misión de la Iglesia “incluye la defensa y la promoción de la dignidad y de los derechos fundamentales de la persona humana” (n.37).

Pablo VI en el texto correspondiente al Sínodo sobre la Evangelización dice. “ La evangelización aporta un mensaje explícito (...) sobre los derechos y los deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar (...) la paz, la justicia, el desarrollo; un particularmente vigoroso mensaje de nuestros días sobre la liberación “(Evangelii Nuntiandi n° 29-1974). En el discurso inaugural de Puebla (1979) Juan Pablo II inspirándose en la parábola del Samaritano, sostenía que la misión evangelizadora dela Iglesia “ incluye un elemento indispensable: la acción por la justicia y la promoción humana” (III,2) afirmación que influirá sobre varios documentos de dicha Conferencia.

(...) Se ve cada vez más que la promoción de la justicia constituye una parte esencial del anuncio del Evangelio; no constituye, evidentemente toda la evangelización pero no se ubica más únicamente en el umbral de la proclamación dela Buena Nueva, no se trata de una pre-evangelización como ha sido considerada algunas veces. Forma parte, más bien, de la proclamación del Reino, aun cuando no agota su contenido. No fue fácil llegar a esta conclusión pero está claro que su actual formulación evita tanto las separaciones empobrecedoras como las eventuales confusiones.

Administradores de su destino

(...) No existe verdadero compromiso con los pobres si se los considera solamente como personas que esperan pasivamente una ayuda. Respetar su condición de actores de su propio destino constituye una cláusula indispensable para el logro de una auténtica solidaridad. Por tal razón, el objetivo no es transformarse, salvo en casos de extrema urgencia y de corto plazo, en “ la voz de los sin voz” –como se ha dicho a veces- y seguramente con generosidad – sino de contribuir de una u otra manera a que la obtengan aquellos que hoy no la tienen.. Para toda persona ser el administrador de us propia historia es una expresión de libertad y de dignidad, punto de partida y fuente de un desarrollo auténticamente humano. Los pequeños de la historia fueron – y lo son todavía en gran parte – sus actores silenciosos.

Resulta por lo tanto importante señalar que la opción por el pobre no es algo que solo deberían hacer los que no son pobres. Los mismos pobres son llamados a optar prioritariamente por los pequeños y los oprimidos. Muchos lo hacen, pero, es necesario reconocerlo, no todos se comprometen con sus hermanos y hermanas de raza, de género, de clase social o de cultura. Viven como todo el mudo la presión ambiental y mediática que proclama las metas individualistas, promueven la frivolidad y se vuelven indignos de solidaridad. El sendero que los pobres emprenderán para identificarse con los postergados de la sociedad será diferente que el de las personas que pertenecen a otras clases sociales pero necesario – y se trata de un paso importante para ser sujetos de su propio destino.

Comunidades de base

Los primeros pasos hacia la la consideración de los pobres como administradores de su propio destino en el plano social tiene su correlato eclesial en la emergencia de las comunidades cristianas ( o eclesiales) de base. Se trata de algo más que una simple coincidencia cronol´gica: las comunidades forman parte de un vasto acontecimiento histórico sin el cual sería difícil comprender su aparición. La Iglesia no vive en otra Historia, esta conformada por seres humanos que pertenecen a universos sociales y culturales en los que cohabitan con personas de otros horizontes humanos y espirituales.

Las comunidades cristianas tanto como la teología que se elabora en el continente pone el acento sobre los pobres: portadores y no solo destinatarios del Evangelio, vinculado al derecho de pensar su fe y expresar su esperanza. Se trata de una perspectiva que surge de las experiencias delas iglesias locales latinoamericanas, como lo reconoce Puebla: “ El compromiso con los pobres y los oprimidos y la emergencia de las comunidades de base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador de los pobres “ (Puebla 1147) Las vivencias fundamentales de quienes participaron en Medellín fueron confirmadas y reforzadas recordándonos que vivir como discípulo, es vivir en participación comunitaria.

Hemos distinguido tres dimensiones (espiritual, teológica y evangelizadora) de la opción preferencial por el pobre con el objeto de analizarlas una a una y dibujar su perfil pero es evidente que si las separamos las empobrecemos y la debilitamos. Las tres se interpenetran y se nutren recíprocamente, consideradas como compartimientos estancos pierden fuerza (...)

Continuando coherente y creativamente con Medellín, Puebla y Santo Domingo, la Conferencia que tendrá lugar en Aparecida (Brasil) se propone repensar lo que significa vivir como discípulo en las condiciones antiguas y modernas en que se vive en América Latina y el Caribe. La Iglesia como el Samaritano, debe salir permanentemente de su camino, practicar la solidaridad con los más pobres y renovar su proximidad con ellos, buscar el Reino y su justicia. Y como el escriba que se vuelve discípulo del Reino debe sacar de su tesoro “ lo nuevo y lo viejo” (Mt.13,52) Lo nuevo y lo viejo.

DIAL, 1º de enero de 2007 - Traducción Susana Merino

UNA TIERRA PARA TODOS


En un trabajo conjunto entre la Comisión Episcopal de Pastoral Aborigen, Pastoral Social, Cáritas y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, se presenta este trabajo que busca ser una colaboración en el inicio de la reflexión hacia una Pastoral de la Tierra.

En una nación que está buscando su camino hacia la reconstrucción y desarrollo, es importante saber que la preservación del medio ambiente y la justa distribución de la tierra son claves para avanzar en este sentido.

Este escrito intenta estudiar el problema del derecho a la tierra de los pueblos aborígenes, la concentración de tierras en manos de extranjeros o grandes empresas en detrimento de pequeños productores, el uso indiscriminado de los recursos naturales, en especial las minas, los bosques y las reservas acuíferas y la responsabilidad del Estado frente a estas cuestiones.

Tanto en el Estado como en cada ciudadano argentino cae la responsabilidad de garantizar que el accionar de uno no afecte al bienestar del otro. En esta búsqueda constante por lograr un país mejor para todos, la palabra "todos" debe tener un sentido más amplio del que muchos tenemos en nuestra conciencia.

Este análisis solo intenta dar el puntapié inicial para que, tanto a nivel institucional como personal, se empiecen a tomar decisiones teniendo en cuenta el largo plazo y no la satisfacción inmediata de la productividad a corto plazo.

El enfoque Bíblico Doctrinal que plantea al comienzo de este trabajo, se basa en reavivar la concepción de la tierra como don. En un momento de secularización de la sociedad caemos en el olvido de que la naturaleza forma parte del regalo que Dios nos dio junto con la vida para que todos podamos aprovecharla. Es importante siempre tener presente que no hay razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a las propias necesidades cuando a los demás le falta lo necesario para vivir. Esto es importante saberlo, vivirlo y transmitirlo.

Resumen del texto

Capítulo I: Enfoque Bíblico Doctrinal

Analizando esta realidad a la luz de la enseñanza bíblica y de la Doctrina Social de la Iglesia se puede ver que la pérdida de la concepción de la tierra como don de Dios para el bienestar de todos, producto de la secularización de la sociedad, constituye la raíz de cualquiera de los problemas antes mencionados.

Desde el Génesis el hombre aparece como co-creador, comunicador y custodio de la vida. Como don de Dios el hombre debe ordenar y hacer crecer la naturaleza para el beneficio de todos. El hombre debe lograr una "tierra comunitaria", ordenado al mandamiento del amor: amando a Dios por sobre todas las cosas y con eso, participando con gratitud del don que recibió de Él; como así también, amando al prójimo, es decir, respetando al otro y buscando el bien común, con fraternidad y solidaridad.

Juan Pablo II sostenía que no es lícito utilizar este don para el beneficio de unos pocos, dejando a los otros, la mayoría, excluidos. No hay razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a las propias necesidades cuando a los demás le falta lo necesario para vivir.

El enfoque doctrinario se centra en dos principios:

- Destino universal de los bienes

- El derecho de propiedad privada con función social

Hoy nos encontramos con excluidos como los aborígenes sin tierra y los marginados urbanos, dos realidades diferentes con el común denominador de una sociedad que, lamentablemente, no puede dejar de lado la búsqueda personal frente a la necesidad imperiosa del que tiene al lado.

La principal propuesta que plantea este enfoque es aceptar el camino de la conversión a Dios, buscando vivir el mandamiento del Amor.

Capítulo 2: Concentración y acceso a la titulación de tierras rurales

La falta de una política estatal fundada en una equilibrada distribución de las tierras rurales, en el marco del predominio de una concepción utilitaria de la propiedad como un bien de mercado y no como bien social fue generando en nuestro país un fuerte proceso de concentración.

Este proceso, en el que grandes extensiones de tierra quedan en manos de unos pocos, estuvo señalado por:

- el marcado endeudamiento que sufrieron los productores agropecuarios a lo largo de la última década, en un momento en el que mercado llamaba a aumentar la productividad.

- los efectos derivados de las estrategias de los grandes capitales de inversión que ejercían una fuerte presión sobre los pequeños productores.

- la imposibilidad en algunos casos de seguir llevando adelante las actividades productivas.

Para muchos pequeños productores el acceso a la tierra productiva constituye un problema central por la falta de una legislación adecuada que limite la concentración y la generalización de prácticas de corrupción que impiden el acceso a derechos jurídicamente reconocidos.

Por el otro lado, dentro de los problemas institucionales que se presentan encontramos el de la titulación de tierras por razones como las dificultades de acceso (por distancias, falta de difusión, dificultad en los procedimientos, elevados costos, etc.) y por el funcionamiento de los aparatos burocráticos.

Dentro de estos dos problemas (de acceso y de titulación) podemos encontrar ciertas irregularidades puntuales:

- Ocupación de tierras fiscales: ocupación de ex territorios del Estado que nunca se terminan de regularizar.

- Ocupación de tierras privadas: los ocupantes viven y trabajan en tierras que son propiedad de alguna persona física o jurídica.

- Campos comuneros: fracciones de territorio entregadas a súbditos de la colonia española que se mantienen hasta el presente sin que hayan sido regularizadas.

- Aparcerías precarias: relaciones asimétricas entre los propietarios de la tierra y quien la explota.

- Sucesiones indivisas y divisiones condominiales fácticas: por problemas en la sucesión.

- Productores pobres en áreas naturales protegidas.

Extranjerización

Una causa importante a la hora de hablar de la tierra es el que trae el proceso de pérdida de soberanía y de recursos naturales, así como de concentración en capitales extranjeros. Se estima que este fenómeno obedece en gran medida al endeudamiento de los pequeños y medianos productores con el extranjero y, que en suma, se ve favorecido por la falta de ordenamiento legal por parte de la Nación y las provincias en lo referente a la legislación sobre tierras.

Maltrato a la tierra y a los recursos naturales

Cientos de miles de pequeños productores pobres y casi un millar de comunidades aborígenes se ven afectadas por el deterioro de los recursos naturales como consecuencia de la sobreexplotación y la falta de políticas de preservación del medio ambiente y de protección de los derechos de los pequeños productores.

Frente a tres problemas significativos del medio ambiente resulta necesario tomar conciencia del mediano y largo plazo para concientizar sobre la necesidad de tomar decisiones en ese plano y no pensando en el aumento de la productividad a corto plazo solamente. Estos problemas son:

- Crisis del recurso del agua: al contar con un importante reservorio de agua dulce la Argentina se ha convertido en foco de intereses internacionales que fomentan la privatización de las empresas públicas de aguas.

- Deforestación y expansión de la frontera agrícola: según datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) el país ha perdido el 70% de sus bosques desde 1935. Los bosques se eliminan y son reemplazados por zonas de explotación agropecuaria que terminan generando la erosión y desertificación de los suelos a costa de un beneficio a corto plazo.

- Explotación minera: los emprendimientos mineros, además de ser malos para el trabajador, afectan gravemente a la supervivencia de comunidades indígenas, al tiempo que busca su apoyo mediante dádivas.

Encontramos una ausencia de un Estado con vocación política y de una legislación eficaz, capaz de poner límites a las grandes corporaciones, incentivando un uso productivo racional y equilibrado de la tierra, los recursos naturales y de la capacidad de trabajo de la persona.

Capítulo 3: Problemática de las tierras indígenas

La relación de los pueblos indígenas con su tierra es muy especial ya que se consideran sus hijos, afirman que no son dueños sino parte de ella, y que el fin no es explotarla sino convivir para trabajar cuidando la naturaleza con un desarrollo equilibrado para el bienestar común de la humanidad. Esta cosmovisión habla de la tierra como un espacio religioso, lugar de la esperanza y de la identidad, base y sustrato de la cultura.

La Constitución Nacional reconoce la preexistencia de los pueblos indígenas, su derecho a las tierras tradicionalmente ocupadas y otras aptas y suficientes, a una educación bilingüe intercultural, a su propia lengua y cultura y a la participación en aquellas cuestiones que los afecten. Sin embargo, pareciera que la situación de las comunidades se agrava cada vez más y los problemas estructurales que padecen se agudizan día a día.

La pregunta que hay que hacer ahora es cómo los afectan a ellos los problemas antes mencionados:

Concentración de la tierra: Sus territorios sufren una nueva invasión, la expansión de las grandes empresas agrícolas y la explotación. El problema es que la mayoría de estas comunidades se encuentran en esos territorios sin título de propiedad.

Un ejemplo puede ser el de comunidades en Salta que están siendo desalojadas (…) debido a que los ingenios azucareros y las grandes empresas que cultivan soja transgénica necesitan mayor superficie.

En otros casos, el problema surge de la mano de la negligencia del Estado, que lleva a que los hombres y mujeres jóvenes de las comunidades deban emigrar de su territorio por falta de trabajo e insuficiencia de recursos, insuficiente e inadecuada educación primaria y atención médica, o porque los programas de empleo no llegan o lo hacen de forma deficitaria.

Acceso a la tierra y titulación: La ausencia de una legislación nacional que en forma sencilla y ágil permita, mediante la titulación, hacer efectivo el derecho a la propiedad comunitaria de las tierras tradicionalmente ocupadas establecido por la Constitución Nacional, es otra dificultad grande.

Tierra y recursos naturales: La explotación de los recursos naturales presiona a las comunidades a abandonar sus tierras tradicionales. A su vez, al verse afectada la biodiversidad, contaminadas las aguas y al aire, limitado el acceso a territorios tradicionales, su economía y cultura se ven afectadas.

Capítulo 4: Acceso a la titulación de terrenos y viviendas urbanas y suburbanas

Pese a no ser el tema principal de este trabajo, el tema de la vivienda se relaciona directamente con este tipo de problemas. La problemática de la habitabilidad en áreas urbanas se relaciona con la tenencia irregular de la vivienda y el terreno como así también con una serie de cuestiones relativas a las características del hábitat, como ser:

- Condiciones inadecuadas de la vivienda: el 22% de los hogares urbanos reside en viviendas que presentan condiciones de materialidad deficientes. A la vez, un 15% sufre hacinamiento.

- Entorno inadecuado de la vivienda

- Problemas de acceso

Propuestas

Se realizan una serie de propuestas para la lograr una tierra para todos:

Hacia el interior de la Iglesia:

Promover la reflexión de forma tal de despertar la conciencia de todos los cristianos respecto de la importancia de este tema.

Tomar conciencia del cuidado de la creación como patrimonio común de todos.

Informar a las diócesis sobre las problemáticas antes descriptas.

Favorecer la capacitación de los agentes de pastoral sobre este tema.

Continuar y profundizar el trabajo articulado de las diversas pastorales en torno al tema tierra y recursos naturales.

Fortalecer el accionar de los diversos organismos de la Iglesia relacionados con este tema tanto en la prevención como en la superación de las problemáticas abordadas.

Incorporar la concepción de la tierra de la DSI en nuestras catequesis y en las currícula escolares y universitarias.

Es importante tener en cuenta que el Estado tiene su parte de responsabilidad para garantizar y velar por el bienestar de toda la sociedad, como también recae en cada ciudadano la responsabilidad de actuar con la honradez y justicia necesarias para mejorar día a día la convivencia entre todos, en la búsqueda de un bien comunitario en el que todos puedan tener una vida digna.

BREVE DEFENSA DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN

Jesús Roberto Ospina Salinas *

Ensayar una defensa de la Teología de la Liberación (TL), excede estas notas, porque me considero sólo un militante de una causa, la de los pobres, y además, debido a todo lo que esta propuesta representa. De otro lado, creo que la práctica de millones de personas en el mundo es casi suficiente afirmación de su vigencia y dinamismo. Sin embargo, aquí en la lista de Río Abierto*, se ha aludido a la TL, y quería señalar que el aporte de Teología de la Liberación tiene, desde mi perspectiva, dos aspectos fundamentales.

El primero es obvio y tiene que ver con relación a la puesta en agenda y en evidencia para toda la Iglesia Católica (y otras también) que lo central del mensaje evangélico es el amor a Dios y el amor al prójimo, y que se ama auténticamente a Dios cuando se ama al prójimo, que en la Biblia y en la práctica de Jesucristo, está descrito este amor al prójimo como un amor al más débil, a la viuda, el forastero y el huérfano, y ellos son hoy en el Perú y en el mundo, preferentemente los pobres y los extremadamente pobres y excluidos. Y que para hacer concreto ese amor TL propone como vía o expresión, la Opción Preferencial por los Pobres, OPP, es decir, se subraya la calidad de opción, de elección, de alternativa, haciendo uso de la libertad humana que todo tenemos de elegir un enfoque frente a otros. No es obligación ni una imposición el amar a los pobres. Esta opción se ha sembrado en el terreno de la libertad.

Esta opción busca la liberación integral del hombre, tarea que no es fácil y exige cambios, por ello se señala que el hombre requiere una transformación, de una liberación que tiene que ser interna (en nivel de la falta de actitudes y valores en el ser humano), como social (optar por construir y comprometerse a vivir en una sociedad justa) y reconciliarse con el amor gratuito de Dios, para tener fe y fortaleza, y superar así el pecado -para los creyentes- raíz última de los males humanos.

Ello es así porque la historia humana y la historia de Dios están unidas. Aquí en la tierra se realiza el plan de Dios, no es posible pensar en un Dios de la Vida sin que éste se inserte en esa vida, más aún si El la creó, por tanto Dios es el primer promotor de la historia. Un punto destacado por eruditos es el tema del libre albedrío: Dios respeta su creación y las iniciativas que los hombres tienen de optar por hacer el bien, de allí la necesidad para los creyentes de actuar, de comprometerse con la historia, y como vimos antes, desde los preferidos de Dios: los pobres.

Así pues, Dios está presente en todo ser humano, de forma latente (porque todos somos hijos de Dios por ser seres humanos) si no es creyente, y de forma activa si cree en Dios y además practica la justicia, por tanto Dios opera en la historia a través de los actos humanos. Por eso se dice que quien dice amar a Dios y no ama a su prójimo, miente, pues es la acción la que descubre y revela a Dios en el hombre. La oración también es una acción, creo, cuando se orienta al amor, cuando es una expresión de amor.

La monumental obra del Padre Gustavo Gutiérrez, Teología de la Liberación, Perspectivas, y de otros teólogos, han marcado y desarrollado estas, y muchas otras ideas. Los teólogos para sustentar su propuesta recurren a las ciencias sociales, así como San Agustín, Santo Tomás y otros teólogos recurrieron a Aristóteles y otros eruditos y disciplinas de su tiempo. Porque según ellos la teología (como toda disciplina que se precie de tener rigor académico) debe estar en diálogo con el pensamiento de su época. Estar en diálogo con otro se entiende que primero se debe tener una identidad y desde allí buscar otras disciplinas para tratar de entender mejor la realidad.

Así, si TL quería hablar sobre la pobreza en el mundo debía contar con algunas herramientas que pueda darle una idea de lo que hoy entendemos por pobreza y entender algunos de los mecanismos (el sistema esclavista o la feudalidad, por ejemplo) que la sociedad (los hombres) han establecido producto de los cuales se ha generado una división artificial en el mundo: ricos y pobres. Por estos diálogos algunos han querido ver una adhesión a ciertas ideologías, nada más ajena y lejana a los teólogos de la liberación (y viceversa, es decir los científicos sociales no se convierten al cristianismo por establecer un diálogo con la teología).

Pero siempre estos diálogos e instrumentos (entre cualesquiera que sean las disciplinas) están al servicio del fin que persigue, en este caso la teología, que es la de servir de interpretación y de actualización de un mensaje evangélico que tiene hoy una enorme vigencia. Si la práctica de Jesucristo (su modo de actuar en la historia) tiene hoy vigencia (los teólogos de la liberación le llaman, la Opción Preferencial por los Pobres) no es debido sólo al aporte de la TL, sino fundamentalmente por su hondura y densidad como valor humano de amor y servicio. Alguna vez leí al P. Gustavo decir algo así como que ojalá en la sociedad no fuera necesaria la TL, debido a que en ese mundo ya no existiría pobres ni injusticias en el mundo, pero mientras eso subsista, decimos nosotros, claro que existirá TL, siendo un vehículo que manifieste un mensaje evangélico que anima a construir un mundo solidario, justo y de amor entre todos los hombres y mujeres.

Un segundo aporte tiene que ver con este último tema, la construcción de una sociedad justa y preñada de valores humanos. Esa sociedad nacerá del esfuerzo y del sueño de hombres y mujeres que apuestan por una renovada relación horizontal, amical y justa entre todos los seres humanos. Y los hombres y mujeres, cualquiera sea su religión, creencia, ideología, raza, son seres humanos que pueden elegir tener un modelo de conducta frente a la vida. Pueden elegir tener al egoísmo como su fundamento o el amor, la solidaridad o el individualismo, y pueden tener a la justicia y a la misericordia como dos pilares de los cuales debería de brotar la armonía y el respeto, etc., etc. Y estos valores pueden venir de opciones políticas o ideológicas (caso del liberalismo, comunismo o socialismo), pero también pueden venir de corrientes religiosas, las cuales, en su legítimo derecho al uso de la libertad de expresión pueden animar a la gente a tener un tipo de conducta, un tipo de práctica y un modelo de sociedad en la cual deseen vivir. No como una imposición sino como una asunción libre de ideales frente a la realidad.

Es allí que la TL, y otras teologías e iglesias, vienen sembrando ideales en el páramo de virtudes que se ha convertido el proceso de globalización, o mejor en el rebrote de ideales del egoísmo e individualismo como motor de la historia, y por ello el vale todo y el poder del más fuerte, dejando a los débiles a merced del mercado (eufemismo del avance de los poderosos sobre los demás). De allí la importancia de mensajes como los de Leonardo Boff, entre otros, respecto de la necesidad de construir una sociedad que esté basada en valores humanos de solidaridad y amor. Porque una sociedad se construye sobre valores y principios, esos son los pilares sobre los que se asienta la economía y el comercio. La tecnología, los inventos, los descubrimientos (que deben ser alentadas) están siempre al servicio de la sociedad que impera. Así, hoy se hace tecnología de guerra para eliminar al hombre, y no tecnología de vida para eliminar el hambre. Las prioridades están clarísimamente diseñadas y expresadas.

Es verdad que uno puede discrepar de esas prioridades e incluso de opiniones que pongan unos valores sobre otros en sociedades diferentes (igualdad sobre la libertad o viceversa), pero eso -si bien puede tener una connotación política, en el sentido de participar del debate sobre los fundamentos ético, morales y humanos que rigen a una sociedad- no anula la perspectiva de la opinión, salvo que en nombre de una iglesia o creencia se avale tal sociedad, identificándola como el Reino de Dios, pues si bien Dios opera en la historia humana, El y su Reino, son más que la historia humana (lo cual no la excluye, por el contrario es parte de esa historia) es también divina. Entonces, frente a la forma cómo está construida una sociedad, claro que todos, incluidos sacerdotes y teólogos tienen una opinión que dar.

Es más, si creen en un Dios de Vida en la historia, pues están moralmente obligados a dar una opinión. Sin embargo, no se trata de que ellos planteen los mecanismos y los procedimientos para hacer esa tal sociedad, esa no es su competencia, es más no he oído jamás a ningún teólogo serio decir esa sociedad debe ser hecha de una u otra forma, sino que ellos hacen una reflexión y orientan al hombre a que éste y la sociedad que construyan o desean construir, sean concordantes con su condición humana, de respeto y valor por la vida y por la construcción de un mundo justo y pleno de amor especialmente por los que más sufren, los pobres. Para ellos eso viene de Dios, para otros puede ser simplemente una condición para expresar la calidad de ser humano de todos y cada uno. El amor es más que la libertad que uno puede concebir para expresarlo.

Finalmente, el aporte de la TL en la puesta en vigencia de una práctica de solidaridad y amor instaurada hace 2,000 años, es innegable e incuestionable, ha animado, reanimado e inspirado la fe de millones de personas, permite el diálogo entre iglesias, y redescubre el valor de cada ser humano al margen de su condición social. No sólo eso, sino que al iglesia católica la ha hecho suya desde temprano. Por todo ello, y con toda seguridad mucho más, hay un agradecimiento a los inspiradores de una teología que se ha nutrido y vive en una iglesia y en un pueblo que busca a Dios en la justicia y en el corazón de cada ser humano.

* Corriente por la democracia con justicia social y el ejercicio ético de la política, del cual el autor es miembro. www.rioabiertoperu.org

* Colaborador del Grupo de adolescentes y jóvenes "Emprendedores del Sol" de Villa María del Triunfo

Aparecida: A la espera de una Asamblea y un Documento "con espíritu"

EL SALVADOR, Carta a Ignacio Ellacuría

Jon Sobrino*

Querido Ellacu:

Pronto se reunirán los obispos en Aparecida, y Dios sabe qué ocurrirá. Lo que es claro es que hay que "revertir la historia", como dijiste en tu último discurso en Barcelona diez días antes de tu muerte. Ciertamente hay que revertir la historia del continente, y también, en buena medida, la historia de la Iglesia.

En Medellín estuvo el dedo de Dios. Lo agradeciste y lo pusiste a producir entre nosotros los jesuitas y en la espiritualidad de san Ignacio, en la UCA y en el país. Pronto se generó una reacción, pues un Dios de los oprimidos molesta. Reaccionó la Casa Blanca con el informe Rockefeller. Y reaccionaron también algunos miembros del CELAM. Tristemente, comenzó una campaña de ataques a obispos, teólogos, religiosas y comunidades, y no siempre con buenas artes.

En ese contexto, Puebla debía poner freno a Medellín, de lo que pronto caíste en la cuenta. Analizaste en profundidad el documento preparatorio, y mostraste sus aciertos y sus fallos. Y por cierto, hiciste hincapié en que la ambigüedad no se superaría "si no se transforma radicalmente su cristología y eclesiología". Lo recuerdo ahora porque esa advertencia sigue siendo necesaria. A veces da la sensación de que Jesús de Nazaret hubiera desaparecido de la cristología oficial. Y de "la Iglesia de los pobres" -nada digamos de "la Iglesia popular"- ya no hay mención. Pero no sólo criticaste, sino que aportaste un texto espléndido: "El pueblo crucificado. Ensayo de soteriología histórica", que, junto con las homilías de Monseñor, hizo época: los pueblos crucificados son la presencia de Dios y de su Cristo, y de ellos proviene salvación. Te mantuviste firme en la línea de Medellín, y lo enriqueciste. Hoy pocos hablan así.

Puebla no llegó a romper con Medellín, pero el deterioro eclesial se hizo notar, y en Santo Domingo fue inocultable, como ahora se reconoce sin tapujos. Estuvo organizado y controlado desde Roma. Por lo que toca al texto, increíblemente no se dio importancia a los mártires ni se agradeció el amor mayor que derrocharon, lo que es la piedra angular de toda Iglesia cristiana -y los pobres de la ciudad de Santo Domingo fueron ocultados tras altos muros. En lo personal, la Iglesia me daba la sensación de deambular con miedo a perder prestigio y con deseo de conseguir éxitos mediáticos y cuantitativos. Y todavía hoy, a pesar de numerosas celebraciones, música y procesiones, no dejo de percibir cierta desorientación e incluso tristeza eclesial.

Dicho en forma de tesis, en Santo Domingo no se reconoció a Medellín como nuestra "Asamblea de Jerusalén". En Medellín se decidió no ya ir a los gentiles, sino ir a los pobres, acompañarlos y aprender de ellos. En Santo Domingo hubo déficit y descuido de la causa de los pobres, aunque no faltaron algunas palabras sobre inculturación, lo que agradecieron sinceramente indígenas y afroamericanos, como sólo saben hacerlo los pobres, incluso cuando nos acordamos de ellos a medias y tarde. Y en mi opinión, lo más grave era la sensación de que la Iglesia no tuviera nada importante de que alegrarse. Lejos quedaba la exultación de Pablo en medio de persecuciones como las nuestras. Y poco había de la alegría de Jesús: "Gracias, Padre, por haber revelado estas cosas a los pequeños". No se notaba mucho de la alegría de las comunidades, de sus romerías y aniversarios de mártires, de la solidaridad, la "ternura de los pueblos"… Y sin gozo no puede prosperar una Iglesia basada en una buena noticia.

La Iglesia de Medellín se responsabilizó de y cargó con la historia. Ahora, aunque con algunas buenas palabras en sus mensajes, en su conjunto no da la sensación de escuchar el "sordo clamor que brota de millones de hombres" -oprimidos, mujeres, indígenas, afroamericanos, emigrantes, jóvenes que no saben qué hacer ni a dónde ir-, conocidas palabras con las que comenzaba La pobreza de la Iglesia. Ni da la sensación de que su gran opción fundamental es "bajar de la cruz a los crucificados", como tú decías, Ellacu.

Pareciera, pues, que hemos perdido el rumbo. Y no echamos mano de nuestra tradición para retormarlo: dom Helder Camara, don Leonidas Proaño, don Sergio Méndez Arceo, símbolos de una Iglesia comparable a la de Las Casas y Valdivieso. Y por ello tampoco se oye mucho, ciertamente no como antes, lo que sigue en la cita de Medellín: "pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte". ¿Nos piden hoy los pobres que les liberemos? ¿Estamos cargando con su historia?

Si dilapidamos la honradez y el gozo que se originó con Medellín, la marcha atrás es inevitable, y cada día que pasa acumulamos retraso. La tarea no es, pues, fácil, pero es posible. En Aparecida Dios puede volver a irrumpir, como en Monseñor Romero ante el cadáver de Rutilio. Y también en todos nosotros, aunque no sea más que por pudor. Y veo algunos signos de esperanza.

Hay obispos que piensan que no podemos seguir con exagerado centralismo y sin hacer central la realidad de nuestras comunidades, sus gozos y tristezas. No es evangélico, no es humano y no resuelve los problemas. Hay que cambiar y mirar a las comunidades

Hay gente que piensa y profundiza en las corrientes subterráneas que mueven la historia. Hablan del Dios, que se mostró en Jesús, y también del que se siente como en casa entre otros hombres y mujeres, que lo han adorado y amado desde antes del cristianismo. Hablan del ser humano y de lo que humaniza: honradez con lo real, compasión sin componendas, justicia contra la opresión, comunidad y colegio antes que individuos aislados, el sentido común de la jerarquía de verdades…

Hay grupos de laicos, sacerdotes y religiosas, que siguen con esperanza y en resistencia permanente contra toda suerte de males. No se han dejado vencer por el desánimo y habita en ellos lo que suelo llamar santidad primordial. Emociona verlos reunidos para analizar el documento preparatorio y hacer propuestas. Lo más importante es que se reúnen en comunidad y que, con o sin el documento preparatorio, miran y analizan la realidad del pueblo, de sus familias, de sus parroquias, y de sí mismos. Miran a la Iglesia para ver cómo está y cómo debiera estar. Y nos lo dicen. Aunque en pequeño, cumplen tu gran deseo, Ellacu, que recordamos estos días: "que el pueblo salvadoreño -y todos los pobres y oprimidos- hagan sentir su voz" -también en la Iglesia.

¿Cómo será Aparecida? Sólo Dios lo sabe. Ojalá desencadene, en personas, grupos y obispos, dinamismos creativos, pero ahora sólo nos fijamos en el texto que escribirán los obispos. El documento preparatorio es decepcionante, pero es muy buena señal que ya se están haciendo propuestas importantes para cambiarlo. Las más novedosas son sobre Dios en las diversas religiones, la Iglesia en un mundo de grandes novedades, la mujer -de una vez por todas- como persona, cristiana, ministro y miembro de la Iglesia, nombramiento de obispos… Las más fundantes (increíblemente ausentes del documento preparatorio) son sobre Jesús de Nazaret, el reino de Dios que anunció y el antirreino que combatió, la Palabra de la Escritura… Las más urgentes son sobre la vida, la justicia y la verdad para las mayorías… Y hay también un esfuerzo, grande y cariñoso, para presentar a María de Aparecida cómo símbolo, a la vez, latinoamericano y cristiano: rostro de los pobres del continente y rostro de su Dios.

El texto de Aparecida deberá ser analítico, bien analizado -y ojalá se busque la presencia de personas competentes en Biblia, teología, pastoral, saberes humanos que ayuden a los obispos. Así procedían hace años muchas conferencias y obispos entre nosotros -y recordamos bien cómo insistías en la importancia de buenos análisis y conceptos. Pero el texto necesitará, además, espíritu, lo cual es otro de tus legados. "Pobres con espíritu", escribiste, para hacer convergir las bienaventuranzas de Lucas, "materialidad", y las de Mateo, "espíritu". Y en otro contexto, aunque no te atraía la idea de una UCA doctrinalmente confesional, sí insistías en que fuese una UCA "con espíritu". Por eso la definiste como una universidad, "razón", de inspiración cristiana, "espíritu".

Eso es lo que esperamos de Aparecida: "textos con espíritu". Algunos preguntarán qué es eso, y sólo puedo responder con dos ejemplos. En la homilía del 10 de junio de 1977 Monseñor Romero dijo lapidariamente: "Jamás nuestra Iglesia dejará sólo a nuestro pueblo que sufre". El pueblo captó el concepto, y el espíritu que lo empapaba. Y, por ambas razones, aplaudió. Y otro texto tuyo. "Lo que las agencias de turismo hacen para que el mundo se divierta debería hacer la Iglesia en dirección contraria para que el mundo se convierta". Con ello quedaba claro el concepto que ya habías desarrollado sobre lo que hay que hacer con el "pueblo crucificado". Y quedaba clara la exigencia a un hacer, decidido y dialéctico. El texto tenía espíritu. Era evocativo y provocativo. En Aparecida son necesarios ese tipo de textos, que posean verdad con lucidez y espíritu con ánimo. Y para ello quizás puedan ayudar las siguientes reflexiones.

1. Libertad en contra del miedo. Dicho con sencillez, hay miedo en la Iglesia, Ellacu. No es el miedo de tu tiempo a los que podían matar el cuerpo, sino a los que pueden dañar nuestra comodidad, a que seamos reconocidos o censurados. Miedo a perder privilegios, status, poder social. La impresión que damos muchos jerarcas y sacerdotes es que muchas veces estamos como paralizados. Es importante recuperar la libertad, lo que, además, es central en la fe: somos hijos, no siervos. Y en nuestras manos tenemos una palabra que, por ser de Dios, no está encadenada.

2. Humildad, examen de conciencia. En el texto citado de Medellín proseguían los obispos: "Llegan también hasta nosotros las quejas de que la Jerarquía, el clero, los religiosos, son ricos y aliados de los ricos". Matizaron las quejas, a veces basadas en apariencias, e insistieron en la pobreza de parroquias y diócesis, pero concluyeron con una gran verdad. "En el contexto de pobreza y aun de miseria en que vive la gran mayoría del pueblo latinoamericano, los obispos, sacerdotes y religiosos tenemos lo necesario para la vida y una cierta seguridad, mientras los pobres carecen de lo indispensable y se debaten entre la angustia y la incertidumbre". Ejemplo de honradez y de humildad, y hasta una forma de pedir perdón.

3. Palabra en contra del silencio. Nos podemos equivocar, pero no podemos callar ante lo que afecta gravemente al mundo de hoy, el de 2.000 millones que tienen que vivir con dos dólares al día. Hablamos sobre problemas graves de la familia, con razón, pero no contra la guerra preventiva -su concepto y su realidad- del presidente Bush, que produce miles de muertos. Denunciamos algunos pecados de los otros, pero callamos demasiado los propios -algunos de ellos aberrantes-, a no ser cuando ya son inocultables. La Iglesia menciona y condena ideologías, hasta el día de hoy, como el nazismo y el comunismo. Pero la ideología del capitalismo en sí -no sólo el salvaje- no es denunciada con vigor. Y tampoco se recuerda la ideología de la doctrina de la seguridad nacional, causante entre nosotros de decenas de miles de muertos, a manos, muchas veces, de bautizados.

4. Parresia en contra de la pusilanimidad. El entusiasmo abunda, y en exceso, en muchos movimientos. Pero nos quedamos cortos en el anuncio no de cualquier Dios sino del Dios de pobres y víctimas. Proclamar la realidad de ese Dios no es cosa de mera doctrina, sino de convicción y de parresía. Y tampoco lo es proclamar a Jesús, el de Nazaret, el que pasó haciendo el bien y murió crucificado, y así se nos manifestó como el Hijo de Dios. Hace falta audacia para proponer a ese Jesús como el hermano mayor, y no aguarlo de mil formas, infantiles o solemnes.

5. Respeto a lo propio en contra de la imposición universal. Que existan tensiones en una macro-comunidad como la Iglesia es comprensible, pero, hoy por hoy, el problema no reside tanto en algún turbio deseo de independizarse las iglesias locales del tercer mundo, las de pobres, indígenas y afroamericanos, que configuran "la gran Iglesia de los pobres". Suele provenir, más bien, del centro: sospechas, advertencias y condenaciones, y poco agradecimiento. El espíritu de inculturación no abunda. Y aun cuando hacemos la opción por ellos, en el centro de la Iglesia no están los pobres -tampoco lo están en las democracias-, sino algo que más se parece a riqueza y poder.

6. Seriedad en contra del facilismo. Depende de lugares, pero da pena ver en muchas comunidades que, cuanto más light son las cosas, más religiosas parecen. Recuerdan la advertencia de Peguy: "porque no son de este mundo creen que son del cielo". Que esto suceda entre los sencillos es hasta cierto punto comprensible, pero es irresponsable apoyar religiosidades de lo mágico y melifluo que no humanizan. Jesús dijo "háganse como niños", pero no dijo: "háganse aniñados, no discurran, no pregunten, no protesten". Cierto es que a Dios no se va por el camino del racionalismo, pero es triste que se toleren y aun se fomenten algunos tipos de religiosidad como si los sencillos no tuviesen capacidad de razonar. Y peor aún, si ello se tolera o se fomenta porque así al menos mantendrán la fe. En tu tiempo decías Ellacu que la concientización es más urgente que la alfabetización. En la actual coyuntura de la Iglesia diríamos que la maduración en el hecho de la fe es más urgente que expresarla religiosamente, cosa muchas veces pintoresca.

7. Mystagogia y credibilidad en contra de la mera doctrina. Y también hay que insistir en la otra dirección. Muchos van despertando a la razón, pues la credulidad no dura para siempre. Entonces hay que ofrecer verdad, pero sin imponer una mera doctrina. Por ello cada vez es más necesaria la mystagogía que conduce al misterio de Dios. Significa introducirnos en un misterio que es mayor, pero que no empequeñece, que es luz, pero que no ciega, que es acogida, pero que no impone. Y eso en definitiva, sólo es posible comunicarlo si tenemenos credibilidad. Sin ella, escucharemos las palabras de la Escritura: "por causa de ustedes se blasfema el nombre de Dios entre las naciones". Con ella, "la gente alabará a Dios".

8. La Iglesia de los pobres en contra de una Iglesia vaciamente universal. El sueño de Juan XXIII y del cardenal Lercaro, de don Helder Camara y de Monseñor Romero, sigue siendo la "Iglesia de los pobres" -¿de quién, si no? Esto significa que los pobres son el principio inspirador de la Iglesia, no sólo los beneficiarios de su opción. No niegan nada ni excluyen a nadie, pero son indispensables para configurar cristianamente todo lo cristiano: lo que podemos saber, lo que nos es permitido esperar, lo que tenemos que hacer y lo que se nos ha dado celebrar. Y todos somos llamados a participar, aunque de diversa forma, análogamente, se decía antes, en la "pobreza real" de los pobres y en el espíritu de "los pobres con espíritu".

Ellacu. Termino recordando tu último discurso: "Sólo con todos los pobres y oprimidos del mundo podemos creer y tener ánimos para intentar revertir la historia". Nos dices, pues, que los pobres son fuente de una fe y de un ánimo que no nos vienen de ninguna otra parte. Como te escribí el año pasado, "fuera de los pobres no hay salvación". Esperamos que Aparecida lo proclame.

Y junto a ellos, lo mejor que ha producido nuestra Iglesia y nuestro pueblo: los mártires. No veo cómo es posible reunirnos sin recordar y agradecer a los miles de mártires -así llamamos a los que entregaron su vida por amor. Y ya que es una conferencia de obispos, no veo posible no recordar y agradecer, con orgullo, a sus hermanos Enrique Angelelli, Oscar Romero, Joaquín Ramos, Juan Gerardi.

Ya sé que, ante estas cosas, el Vaticano impone paciencia, prudencia, silencio. Pero tú no actuaste así. Tres días después de su asesinato dijiste: "con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador". Y don Pedro Casaldáliga escribió el "San Romero de América". Lo mismo ha dicho el cardenal Carlo María Martini, el 15 de octubre, de 2005, desde Jerusalén:

"Me parece, pues, que su muerte es la de un mártir de la justicia, de la verdad y de la caridad. Y aunque yo sea del parecer que no necesitamos multiplicar demasiado los santos canonizados, vería con agrado que su heroicidad y ejemplaridad, sobre todo para los obispos, sea reconocida oficialmente por la Iglesia".

Ellacu, ojalá en Aparecida remontemos vuelo, sin reproches y con magnanimidad, sin rencores y con esperanza. Pero es importante retomar el rumbo y encaminarnos hacia un "nuevo Medellín". En Aparecida deberá haber mucho de "nuevo", pero también mucho de "Medellín". Y eso es lo que, en medio de los fallos y limitaciones que hemos mencionado, sigue presente en América Latina: religiosas que defienden a indígenas oprimidos; laicos y laicas que trabajan por los derechos humanos de los pobres, y con enfermos de sida; campesinos que estudian la biblia y se adentran en la teología; grupos de solidaridad con los emigrantes; romerías populares y aniversarios de mártires; innumerables vidas escondidas admirables; obispos dedicados a su pueblo y que se mantienen "en rebelde fidelidad"… Y una larga letanía de cosas buenas que hacen los pobres y quienes con ellos se solidarizan.

Y hay fe. Siguen creyendo en un Dios que es Padre-Madre. En un Hijo que es Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado. En un Espíritu que es señor y dador de vida y que habla por los profetas. Y es que el evangelio es como una pequeña planta que crece en cuanto la cuidamos un poco. Cuidarlo con esmero es la herencia de Medellín. Por eso tenemos esperanza. Y por eso, año tras año, les recordamos a ustedes, a todos los mártires. Ustedes son los cuidadores, los guardianes del Evangelio.

Jon

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Nota de la redacción de Adital:

Para saber más sobre Ignacio Ellacuría

http://www.ensayistas.org/filosofos/spain/ellacuria/introd.htm

Nació en Portugalete, provincia de Vizcaya (España). A los 17 años, el 14 de septiembre de 1947, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús. En 1955 es licenciado en Filosofía. Y, entre 1955 y 1958 ejerce de formador de seminaristas diocesanos en el Seminario de San José de la Montaña (San Salvador). En Innsbruck (Austria), estudió Teología. Uno de sus maestros influyentes fue el profesor Karl Rahner. Ordenado presbítero en Innsbruck, el 26 de septiembre de 1961, hace sus últimos votos como jesuita en 1962, en su pueblo natal. De 1962 al 1965 realizó los estudios para el doctorado en Madrid, en la Universidad Complutense, bajo la dirección de Xavier Zubiri quien siempre le consideró como el continuador de su obra. Su Tesis Doctoral en la Universidad Complutense (Madrid 1965) lleva por título: La principialidad de la esencia en Xavier Zubiri -obra todavía inédita, que requiere una edición crítica-. Hace también los cursos de Doctorado en Teología pero no presenta Tesis, aunque sabemos que su principal preocupación era Dios y la realidad histórica. En 1967 regresa a El Salvador para incorporarse a la Universidad Centro Americana (UCA) "José Simeón Cañas" como profesor. Mantiene la colaboración con Xavier Zubiri y viaja a menudo a España. Pero la Conferencia de Medellín (IIª Conferencia del Episcopado Latinoamericano, de 1968) marca también su reflexión y producción teológica orientada hacia la liberación. Desde 1968 hasta su muerte será miembro del equipo rectoral, denominado "Junta de Directores" de la Universidad de la UCA, de la que será un cualificado motor incluso antes de ser el Rector. Ya en 1969 logra que la UCA asuma la revista de Estudios Centro Americanos (ECA), en la que publica muchos de sus artículos filosóficos, teológicos y políticos. De 1970 a 1973 se hace responsable de la formación de los jóvenes jesuitas de la Provincia Centroamericana, cargo que le lleva a conocer al padre Arrupe, General de los Jesuitas, defensor del principio de la encarnación en el trabajo pastoral, con quien siempre mantendrá una relación de afinidad. En 1972 es nombrado Director del Departamento de Filosofía (pues la UCA no tiene Facultad de Filosofía), y en 1973 publica su libro Teología política, obra que será editada posteriormente en inglés, en Nueva York, en 1976, bajo el título Freedom Made Flesh: The Mission of Christ and His Church. En 1974 funda el Centro de Reflexión Teológica en la UCA. En 1976 es nombrado director de la revista de Estudios Centroamericanos (ECA). En 1979 se produce un Golpe de Estado de la Junta de Gobierno en El Salvador. Fracasa este intento y se desencadena una cruel violencia y guerra en el país. En 1980, el 24 de marzo, es asesinado el arzobispo Mons. Romero durante la eucaristía. Desde 1980, El Salvador vivirá una larga guerra civil de doce años, en los que la Guerrilla se enfrentará permanentemente al Ejercito Nacional. Y ya en 1981 Ignacio Ellacuría planteó abiertamente la solución negociada al conflicto. Tras la muerte de Zubiri (año 1983), Ellacuría es nombrado Director del Seminario Xavier Zubiri. El año 1984 publica en España un libro que interpela a la Iglesia institución: Conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Con Jon Sobrino funda la Revista Latinoamericana de Teología. En 1985, con monseñor Rivera y Damas media para lograr la liberación de la hija del Presidente Duarte, secuestrada por la Guerrilla, y de 22 presos políticos. Y, en 1986, sigue insistiendo en la necesidad de una salida negociada al conflicto civil de El Salvador. A primeros de noviembre de 1989 Ellacuría recibía en Barcelona el Premio de la Fundación Comín, otorgado a la UCA de San Salvador. Mientras, el Gobierno de aquel país temía no poder frenar la presión de la Guerrilla en la propia capital de San Salvador. Ellacuría adelantó su regreso a El Salvador sobre el 13 de noviembre, para intentar mediar una vez más en pro de la paz y la convivencia. El 16 de noviembre de 1989 fue asesinado por soldados salvadoreños del propio Ejército Nacional, en la residencia de la Universidad, junto con los jesuitas Ignacio Martín Bavó, Segundo Montes, Armando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López. Fueron también vilmente asesinadas Elba Julia Ramos, persona al servicio de la Residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años. En la actualidad, el cuerpo de Ignacio Ellacuría yace enterrado en la capilla de la UCA.

* Teólogo